Cónclave
Vaticano
Bajo el imponente Juicio Final de Miguel Ángel, 133 cardenales ingresaron solemnemente a la Capilla Sixtina este miércoles 7 de mayo de 2025, marcando el inicio del cónclave. El aire se cargó de historia y oración mientras los príncipes de la Iglesia emprendieron el antiguo ritual para elegir al 267° sucesor de San Pedro.
El día inició con la Missa pro eligendo Romano Pontifice en la Basílica de San Pedro, en el Vaticano, donde el cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardenalicio, pidió guía divina para la elección. Hacia el atardecer, los cardenales electores se reunieron en la Capilla Paulina, formando una lenta y reverente procesión hacia la Capilla Sixtina.
Entonando la Letanía de los Santos y el himno medieval Veni Creator Spiritus, sus voces resonaron por los sagrados pasillos del Vaticano (una súplica por la sabiduría del Espíritu Santo). La cruz encabezaba la marcha, seguida por el coro, los asistentes litúrgicos y, finalmente, los propios cardenales, ordenados por rango: diáconos, presbíteros y obispos.
Dentro de la Capilla Sixtina, cada cardenal colocó su mano sobre los Evangelios y juró secreto absoluto (un voto que los ata de por vida). “Que Dios me ayude y estos Santos Evangelios que toco con mi mano”, declararon, uno por uno.
Luego, con el tradicional grito de “¡Extra omnes!” (“¡Fuera todos!”), la capilla quedó sellada. Únicamente permanecieron los electores mientras el cardenal Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia desde hace décadas, pronunció una meditación instando al discernimiento espiritual. Afuera, el mundo esperaría con la mirada fija en la esbelta chimenea de la capilla.
Con el cónclave oficialmente en marcha, los cardenales depositarán sus votos en un ritual esencialmente inalterado durante siglos. Se requiere una mayoría de dos tercios (89 votos) para elegir al próximo papa. Podrán realizarse hasta cuatro votaciones por día, cuyos resultados se anunciarán al mundo a través del humo: negro si no hay decisión, blanco si hay un nuevo pontífice, confirmado por el repique de las campanas de San Pedro.
Este cónclave es uno de los más diversos geográficamente en la historia, con electores de 70 naciones (herencia del legado del Papa Francisco de globalizar el liderazgo de la Iglesia). No obstante, persisten divisiones ideológicas, y la decisión que se avecina tendrá profundas implicaciones para el futuro del catolicismo.
El Vaticano no ha dejado nada al azar. Bloqueadores de señales evitan interferencias electrónicas, equipos de vigilancia buscan dispositivos de escucha, y todo el personal no esencial (incluyendo médicos y empleados domésticos) juró silencio bajo pena de excomunión. No hay teléfonos, ni filtraciones, ni murmullos.
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Por ahora, el mundo observa y espera. Los cardenales deliberan en sagrado aislamiento, su decisión oculta tras las obras maestras de Miguel Ángel. Y en lo alto de la Plaza San Pedro, una pequeña chimenea capta la atención de miles de millones.