Copa del Mundo 2026
Fifa
En la fría lógica de los mercados, cuando la demanda supera treinta veces a la oferta, se habla de un fenómeno de escasez absoluta, de un producto cuyo valor se dispara hasta lo estratosférico. Ese es el preciso término económico que ahora define a la Copa Mundial de la FIFA 2026, después de que el organismo rector del fútbol mundial anunció, a mitad del sorteo aleatorio de entradas, una cifra que consolida el evento como el más codiciado en la historia del entretenimiento en vivo: más de 150 millones de solicitudes en solo 15 días.
La dimensión del dato, verificado mediante el análisis de las tarjetas de crédito utilizadas en cada petición, es tan vasta que la FIFA la contextualiza con una comparación histórica demoledora: esa demanda es 3.4 veces mayor que el número total de espectadores qu e presenciaron en persona todos los partidos de todas las Copas del Mundo desde Uruguay 1930 hasta Qatar 2022. Es decir, el próximo torneo mundialista generó, en dos semanas, un apetito que eclipsa 92 años de afición en los estadios.
“Promete ser el mayor y más inclusivo espectáculo del planeta”, declaró el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, en un comunicado. Con sólo alrededor de cinco millones de entradas estimadas para todo el torneo (de 104 partidos), la realidad es que decenas de millones de aficionados verán frustrado su sueño en esta primera fase. El sorteo aleatorio, abierto hasta el 13 de enero, es una lotería de probabilidades ínfimas, una democratización de la esperanza donde el momento de la solicitud no influye, pero donde la suerte lo es casi todo.

Ante la evidencia de una brecha insalvable entre deseo y posibilidad, la FIFA detalló su estrategia de capas para gestionar la hydra. En un intento por preservar el alma popular del deporte, confirmó la creación de una categoría de entradas especial a 60 dólares para los seguidores de las selecciones clasificadas, aplicable incluso para la final. Es una maniobra simbólica crucial, un ancla de asequibilidad en un mar de precios que se prevé desbocado, especialmente en el mercado secundario.
Este movimiento convive con la oferta dirigida al segmento de lujo: paquetes de hospitality a través de On Location y experiencias de viaje completas con Qatar Airways. El modelo de negocio es claro: capitalizar la demanda masiva para subsidiar la accesibilidad y financiar, según el organismo, su labor de desarrollo global. La FIFA reitera su intención de reinvertir el 90 por ciento de los ingresos presupuestados para el ciclo 2023-2026 en el fútbol mundial.
Lo que ocurre con las entradas para el Mundial 2026 trasciende el ámbito deportivo. Es un estudio sobre el valor de los eventos compartidos en la era digital. En un paisaje mediático fragmentado por algoritmos y nichos, la Copa del Mundo 2026 permanece como uno de los últimos monumentos de la cultura global unificada. La solicitud de una entrada es, más que un acto de consumo, una declaración de intenciones: el deseo de ser parte de una narrativa histórica, de pisar el mismo césped (o sus aledaños) donde se escribirá el próximo capítulo épico.

Las 150 millones de solicitudes procedentes de más de 200 países no sóo reflejan la popularidad del fútbol. Son el síntoma de una búsqueda colectiva de autenticidad y comunidad en un formato de escala continental. El torneo de 48 equipos en 16 ciudades activó un mecanismo de identificación sin fronteras, donde un aficionado en Jakarta sueña con Vancouver, uno en Lagos con Atlanta, y otro en Buenos Aires con el mítico Azteca.
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El sorteo aleatorio en curso es, por tanto, más que un proceso logístico. Es el reparto aleatorio de la posibilidad de pertenencia a un momento único. Mientras los servidores de FIFA.com/tickets procesan estas esperanzas, el mensaje es claro: el Mundial 2026 ya ganó su primer récord, uno de pura y abrumadora aspiración humana. La fiesta prometida por Infantino será, para la inmensa mayoría, una celebración vista a través de una pantalla. Pero la desesperada lucha por estar allí, contra probabilidades de 30 a uno, define ya el carácter monumental de lo que se avecina.