El popular polígrafo sólo mide la activación fisiológica que se produce si alguien se pone nervioso, y con frecuencia comete el error de Otelo, que creía que su mujer era culpable de infidelidad cuando sólo tenía miedo.
Hay que decir que Otelo no sabía si su mujer mentía, pero tampoco sabía si ella lo amaba. Porque ¿cómo saber si alguien nos ama?
Decir “te quiero” no es una prueba de amor, si la necesitas.
La termografía infrarroja permite despejar ambas dudas. Es decir, saber quién nos miente y también quién nos ama.
La técnica consiste en medir la radiación infrarroja reflejada por la piel humana, esto es, la temperatura de la piel.
Más en concreto, los cambios de temperatura en determinadas zonas de la cara ante pruebas cognitivas y emocionales.
Estos cambios reflejan nuestros estados mentales y sentimientos, o lo que es lo mismo, la interacción entre el sistema nervioso central y el sistema nervioso autónomo.
De hecho, ya en 1890, William James, en sus “Principios de psicología”, mostraba evidencias de que pensar o calcular cambian la temperatura de la piel.
Nuestro equipo de investigación del CIMCYC (Centro Mente, Cerebro y Comportamiento) de la Universidad de Granada, en el laboratorio termográfico, ha desarrollado el modelo trifactorial de detección de mentiras con cámaras de infrarrojos. El método ofrece un 80% de exactitud y menos del 20% de falsas alarmas.
Para entender cómo funciona hay que tener en cuenta que las mentiras son un fenómeno cognitivo con tres componentes.
Por un lado está la carga mental, relacionada con el esfuerzo de elaboración y adaptación de la mentira. Por otra parte, sabemos que engañar activa sistema nervioso autónomo simpático, lo que popularmente conocemos como “nerviosismo”. En tercer lugar, las trolas se suelen acompañar del deseo de causar una impresión positiva (y falsa) al oyente, de convencerle.
Lo interesante del asunto es que la carga mental activa el lóbulo frontal, que es la base cerebral del control mental y la toma de decisiones. Y eso se asocia con subidas térmicas en la frente en el lado izquierdo y derecho de la cara. Que las cámaras de infrarrojos detectan.
En cuanto al nerviosismo, está relacionado directamente con la respuesta de estrés o cascada de defensa y se mide con termografía de la temperatura de la punta de la nariz.
Si domina la activación parasimpática (respuesta de congelación), la temperatura de la nariz se eleva.
Por el contrario, cuando se impone la activación simpática (respuesta de lucha o huida) la temperatura de la punta nasal desciende. Es lo que se conoce como efecto Pinocho.
Por último, el interés por convencer se puede relacionar directamente con la subida térmica en los mofletes, como cuando nos ponemos rojos por un piropo o colorados de vergüenza al sentir rechazo social.