Leo Beenhakker
El fútbol mundial está de luto. Este jueves se confirmó la lamentable muerte de Leo Beenhakker, el técnico neerlandés que dejó una huella imborrable en clubes como el Real Madrid y el Ajax, así como en selecciones nacionales de tres continentes, falleció a los 82 años. Los medios de su país natal confirmaron la noticia, aunque no se divulgaron las causas de su muerte.
Beenhakker, un visionario táctico cuya carrera abarcó cinco décadas, fue sinónimo de éxito en Europa. Dirigió a los Merengues durante su era dorada a finales de los años 80, conquistando tres títulos consecutivos de La Liga (1986-87, 1987-88 y 1988-89), un período en el que el equipo combinó el brillo individual de estrellas como Hugo Sánchez con un juego colectivo meticuloso. Antes, ya había dejado su marca en el Ajax, club con el que ganó la Eredivisie en 1980 y años más tarde, en su regreso a los Países Bajos, sumó otro campeonato con el Feyenoord.
Pero su legado trascendió fronteras. Beenhakker, quien llevó a su selección nacional al Mundial de Italia 1990, también dejó una profunda huella en México, donde desafió convenciones al dirigir a dos rivales históricos: el América (en dos ocasiones) y las Chivas de Guadalajara.
Con las Águilas, su primera etapa (1994-95) es recordada como una de las más vibrantes del club, pese a no lograr el título. Bajo su mando, figuras como Luis Roberto Alves “Zague” y un joven Cuauhtémoc Blanco florecieron en un equipo ofensivo que cautivó a la afición. Una década después, regresó para un breve pero intenso ciclo (2003-04), llevando al América a instancias decisivas.
Su paso por Chivas (1995-96) desafió las pasiones divididas del fútbol mexicano. Aunque su estadía fue corta, reforzó su reputación como un técnico sin prejuicios, dispuesto a abrazar nuevos desafíos.
Más allá de los títulos, a Leo Beenhakker se le recordará por su filosofía de juego estructurado, pero adaptable. Así como por su carisma en el banquillo y su habilidad para moldear equipos diversos (desde el exotismo de Trinidad y Tobago, que llevó al Mundial 2006, hasta la rigurosidad del fútbol polaco).
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El mundo del fútbol despide a un maestro cuya influencia resonó desde Ámsterdam hasta la Ciudad de México. Como dijo alguna vez el propio Beenhakker: “El fútbol no es una ciencia exacta; pero siempre hay lugar para la inteligencia”. Hoy, esa inteligencia se apaga, pero su legado perdura.