Literatura
Mario Vargas Llosa
Mario Vargas Llosa, el novelista peruano cuya maestría narrativa y exploración incisiva del poder, la corrupción y la pasión humana le valieron el Premio Nobel de Literatura y un lugar entre los titanes de las letras del siglo XX, falleció el pasado 13 de abril de 2025, en Lima, a los 89 años. Hasta el momento, se desconoce la causa de su muerte; sin embargo, se atribuye a una neumonía. Su lamentable partida marca el fin de una era para la literatura latinoamericana, un ámbito que ayudó a definir junto a luminarias como Gabriel García Márquez y Julio Cortázar.
“Con profundo pesar anunciamos que nuestro padre, Mario Vargas Llosa, falleció hoy en paz en Lima, rodeado de su familia. Su partida entristecerá a sus familiares, amigos y lectores de todo el mundo, pero esperamos que, como nosotros, encuentren consuelo en saber que disfrutó de una vida larga, aventurera y fructífera, y que deja tras de sí una obra que perdurará. Procederemos en las próximas horas y días siguiendo sus instrucciones. No se realizará ninguna ceremonia pública. Nuestra madre, nuestros hijos y nosotros confiamos en que tendremos el espacio y la privacidad para despedirlo en compañía de familiares y amigos cercanos. Según su voluntad, sus restos serán cremados”. Comentó en medios sociales Álvaro Vargas Llosa, hijo del escritor.
Vargas Llosa irrumpió en la escena internacional allá en la década de los años 60 como figura central del Boom Latinoamericano. Dicho movimiento revolucionó la literatura en español con técnicas narrativas audaces y urgencia política. Su primera novela, La ciudad y los perros (1963), inspirada en su traumática adolescencia en el Colegio Militar Leoncio Prado de Lima, expuso la brutalidad y la hipocresía de las instituciones autoritarias. La crítica implacable del libro llevó a oficiales peruanos a quemar ejemplares en protesta, una prueba de su poder incendiario.
Obras como La casa verde (1966) y Conversación en La Catedral (1969) consolidaron su reputación por su innovación estructural y profundidad moral. Esta última, una extensa denuncia de la decadencia política del Perú comienza con la icónica línea: “¿En qué momento se había jodido el Perú?”, un cuestionamiento que resonó en un continente lidiando con dictaduras y desigualdad.
Las obras posteriores de Vargas Llosa, como La guerra del fin del mundo (1981), una monumental recreación de la rebelión de Canudos en Brasil, y La fiesta del Chivo (2000), un retrato escalofriante del dictador dominicano Rafael Trujillo, demostraron su habilidad para convertir la historia en ficción fascinante. La última, elogiada por su agudeza psicológica, se convirtió en un bestseller a nivel mundial. Y consolidó el legado de Vargas Llosa como cronista de la tiranía.
Su destreza literaria estuvo acompañada de un tumultuoso recorrido político. De joven marxista, evolucionó hacia un liberalismo firme, incluso lanzando una quijotesa candidatura presidencial en Perú en 1990. Aunque perdió frente a Alberto Fujimori, su campaña reflejó su convicción de que los escritores deben involucrarse en la vida cívica, un tema que reiteró en ensayos y vehementes columnas de opinión.
Los estantes de Vargas Llosa se doblaban bajo el peso de los honores: el Premio Cervantes (1994), el Príncipe de Asturias (1986) y, en 2010, el Premio Nobel, que celebró su “cartografía de las estructuras del poder”. Su nombramiento como marqués español en 2011 y su ingreso a la Académie Française (un honor raro para un autor no francófono) subrayaron su estatura global.
No obstante, su vida no estuvo exenta de polémica. Una famosa pelea a puñetazos con García Márquez en 1976 (por desavenencias personales), y su romance tardío con la socialité española Isabel Preysler, acapararon titulares tanto como sus libros.
Con la muerte de Vargas Llosa se cierra el telón de la generación del Boom. Como señaló el crítico Julio Ortega, sus novelas fueron una “arqueología del mal”, excavando los rincones más oscuros de la sociedad con precisión y estilo. Ya sea diseccionando dictadores o explorando fantasías eróticas (Los cuadernos de don Rigoberto, 1997), su obra fue, ante todo, una celebración del poder del lenguaje para confrontar y trascender la realidad.
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En su discurso del Nobel, describió la escritura como “un fuego que lanza chispas en la cabeza”. Para lectores alrededor del mundo, esas chispas encendieron una vida de iluminación.