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Este viernes 6 de junio, Rusia lanzó una ofensiva aérea masiva contra Ucrania, empleando 407 drones, 38 misiles crucero y seis misiles balísticos. Se trata del segundo mayor ataque desde el inicio de la guerra, sólo superado por los 472 proyectiles del bombardeo del domingo previo. El blanco: Kiev, Lutsk, Ternópil y regiones del noroeste de Ucrania.
El mandatario ucraniano, Volodímir Zelenski, indicó que el ataque ruso dejó, por lo menos, cuatro muertos en Kiev (incluidos tres bomberos) y 49 heridos en todo el país.
En Lutsk, se registraron cinco heridos por impactos de drones. Mientras que, en Ternópil, otras 10 personas resultaron heridas, así como también se presentaron daños en escuelas, viviendas e infraestructura del gobierno. Debido al bombardeo, miles de civiles se mantuvieron bajo resguardo en refugios subterráneos. Se estima que, de la totalidad del ataque, las defensas antiaéreas de Ucrania únicamente pudieron interceptar unos 30 misiles y alrededor de 200 drones.
A través de redes sociales, Andrii Sybiha, ministro de Asuntos Exteriores de Ucrania, aseveró que Rusia “respondió” a la destrucción de sus aviones… atacando a civiles en Ucrania. “Kiev, Lutsk, Lviv, Ternópil, Chernígov, Kremenchuk y otros. “Edificios de varias plantas impactados. Infraestructura energética dañada. Hay muertos y heridos en todo el país”, dijo.
“La diferencia entre Ucrania y Rusia radica en que Ucrania ataca objetivos militares legítimos, como aeronaves equipadas para bombardear a nuestros niños. Rusia ataca zonas residenciales, civiles e infraestructuras críticas”. Indicó.
Añadió que, poner a Ucrania y Rusia en igualdad de condiciones “es inaceptable”, ya que, asevera, mientras que Rusia ataca, Ucrania se defiende. “El único argumento de Rusia es el terrorismo. Nuestra respuesta debería ser la imposición de fuertes sanciones, que pueden aumentar el coste de la guerra para el agresor, y nuevas decisiones que fortalezcan la defensa de Ucrania”, puntualizó.
El ataque de hoy llegó como una represalia explícita por la Operación Telaraña, ejecutada por Ucrania el domingo pasado. En esa audaz incursión, 117 drones ucranianos destruyeron, por lo menos, 40 aviones rusos —incluyendo bombarderos estratégicos TU-95 y un avión de vigilancia A-50— en bases aéreas de Rusia, como Diáguilevo y Belaya. El daño: alrededor de siete mil millones en pérdidas y el 34 por ciento de la flota rusa de portamisiles estratégicos neutralizada.
Previo al bombardeo, el presidente ruso, Vladimir Putin, advirtió vía telefónica a su homólogo estadounidense, Donald Trump, que Rusia respondería con firmeza ante el ataque de Ucrania.
“Hablamos del ataque de Ucrania a los aviones rusos atracados, así como de otros ataques perpetrados por ambas partes. Fue una conversación positiva, pero no una que conduzca a una paz inmediata. El presidente Putin afirmó, con mucha firmeza, que tendrá que responder al reciente ataque a los aeródromos”. Señaló Donald Trump.
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Zelenski exigió a Occidente “determinación y presión real” contra Moscú. Advirtió que la inacción es “complicidad”. Su llamado contrasta con la postura de la administración Trump, ya que el Pentágono desvió sistemas antidrones destinados a Ucrania, hacia sus tropas en Oriente Medio. Además, el mandatario estadounidense amenazó con sanciones severas a ambos bandos si no negociaban.
Las conversaciones de paz en Estambul (mayo 2025) fracasaron. Ucrania exigió un alto el fuego incondicional, mientras Rusia propuso una tregua de dos o tres días sólo en “ciertas zonas”.
Moscú justificó el ataque como respuesta a “actos terroristas” y aseguró que solo buscaba objetivos militares: fábricas de armas, centros de drones y arsenales. Por su parte, Andrii Sybiha, vicecanciller de Ucrania, desmintió dicha versión, y denunció que Rusia atacó “edificios residenciales e infraestructura energética”.