Afganistán
sismo
Un potente sismo de magnitud 6.0 sacudió violentamente el este de Afganistán durante la noche del pasado domingo 31 de agosto de 2025, desatando una de las peores catástrofes naturales en la historia reciente de un país ya devastado por décadas de conflicto y crisis humanitaria. El último balance oficial, proporcionado por el gobierno talibán, eleva la cifra de fallecidos a mil 411, con al menos tres mil 124 heridos y más de cinco mil 400 viviendas reducidas a escombros.
No obstante, autoridades y equipos de rescate en el terreno advierten que dichas cifras son preliminares. Y temen que el número de víctimas fatales aumente considerablemente a medida que se acceda a las aldeas más remotas, actualmente incomunicadas.
El sismo en Afganistán, cuyo epicentro se localizó a 27 kilómetros al noreste de Jalalabad, provincia de Nangarhar, y a una profundidad superficial de ocho kilómetros, amplificó su poder destructivo. La sacudida, que se sintió hasta en Kabul, a 200 km de distancia, y en Islamabad, Pakistán, a casi 400 km, arrasó numerosas aldeas construidas con adobe y ladrillo en las escarpadas laderas de las provincias de Kunar y Nangarhar, fronterizas con Pakistán.
Tras el sismo, las operaciones de rescate en Afganistán se toparon con obstáculos formidables. La geografía accidentada de la cordillera del Hindu Kush, sumada a deslizamientos de tierra provocados por las recientes lluvias y a carreteras críticas bloqueadas, impide el acceso por tierra de maquinaria pesada y ambulancias a muchas de las comunidades más golpeadas.
El gobierno desplegó helicópteros militares para evacuar heridos y transportar suministros básicos. Hasta el momento, informan de más de 100 vuelos realizados. Un testigo describió una fila de ambulancias varadas intentando alcanzar los pueblos de Kunar, mientras los helicópteros sobrevolaban la zona, una imagen que encapsula la desesperación de esta carrera contra el reloj.
La crisis humanitaria se agrava por un contexto político y económico sombrío. Afganistán, ya sumido en una profunda pobreza, enfrenta una drástica disminución de la ayuda internacional desde que los talibanes tomaron el poder en 2021. A principios de 2025, Estados Unidos suspendió contratos de ayuda por valor de más de mil 700 millones de dólares. Y la ayuda humanitaria total al país se redujo de tres mil 800 mdd en 2022 a apenas 767 millones en 2025. Lo anterior dejó al frágil sistema sanitario local desbordado por miles de heridos, “con una dependencia total de los agentes externos”, según un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Los relatos que emergen de la zona trazan un cuadro de devastación absoluta. El doctor Muladad, director del hospital en Asadabad, capital de Kunar, declaró al Servicio Afgano que no pudo dormir por atender una oleada de pacientes, recibiendo “un paciente cada cinco minutos”. Fotografías y videos muestran hileras de casas de ladrillo arrasadas por ríos de lodo y escombros. Y a hombres cavando desesperadamente con sus manos y palas en montañas de barro y rocas en busca de supervivientes.
El gobierno talibán, que rara vez solicita ayuda externa, hizo un llamado urgente a la comunidad internacional. “Lo necesitamos porque aquí mucha gente perdió la vida y sus casas”, dijo Sharafat Zaman, portavoz del Ministerio de Salud. Hasta ahora, la respuesta es limitada; pero comienza a organizarse.
Los Emiratos Árabes Unidos enviaron alimentos, suministros médicos y un equipo de búsqueda y rescate. El Reino Unido anunció un fondo de emergencia de 1.3 millones. Y la Unión Europea destinó un millón de euros en ayuda; y prepara el envío de 130 toneladas de suministros. Por su parte, la ONU liberó cinco millones de su fondo de emergencia.
La recurrencia de terremotos mortales en Afganistán es una trágica constante geológica. El país se asienta sobre el complejo cruce de varias placas tectónicas, incluida la india y la euroasiática. Lo cual vuelve altamente vulnerable a la actividad sísmica, especialmente en la cordillera del Hindu Kush. La pobreza extrema y los métodos de construcción tradicionales, que emplean adobe, barro y piedra sin refuerzo, condenan a estas comunidades a una vulnerabilidad catastrófica cada vez que la tierra tiembla.
Este desastre evoca amargos recuerdos del terremoto de junio de 2022 en la provincia de Paktika, que mató a más de mil personas. Y del sismo de 2023 en Herat, que se cobró más de mil 500 vidas. Apenas este martes, una réplica de magnitud 5.5 sacudió la misma región, reavivando el terror entre la población y complicando aún más las labores de rescate.
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Miles de familias, varias de ellas lideradas por mujeres y niños ahora huérfanos, duermen a la intemperie, protegidas apenas por un chal, sin comida ni agua. Mientras tanto, el mundo observa si la ayuda logra llegar a tiempo para evitar que el balance, de esta ya monumental tragedia, se incremente aún más. Como resume Thamindri De Silva de World Vision Afghanistan: “Esta no es la primera conmoción que enfrentamos este año. Es la acumulación de shock tras shock en el país, lo que está agotando unos recursos que ya son muy escasos”.