Abraham Quintanilla
Selena
Abraham Quintanilla Jr., el patriarca cuya visión, disciplina empresarial y tenacidad familiar catapultaron a su hija Selena a convertirse en “La Reina del Tex-Mex” y en un ícono cultural perdurable, falleció el pasado sábado 13 de diciembre a los 86 años.
Su hijo, A.B. Quintanilla se encargó de confirmar la lamentable noticia a través de un mensaje conciso y emotivo publicado en Instagram, poniendo fin a una vida que, en muchas formas, encapsula la narrativa del sueño chicano: la lucha contra el racismo, construir un sueño desde la nada y, finalmente, cultivar un talento que resonaría en todo el mundo. Hasta el momento, no se revelaron las causas del fallecimiento.
El padre de Selena Quintanilla nació el 20 de febrero de 1939 en Corpus Christi, Texas, en Estados Unidos. Profesionalmente, se desempeñó como cantante, compositor y productor; pero, sobre todo, como principal impulsor de la carrera musical de sus hijos. Sus abuelos emigraron de Coahuila, México, estableciendo una línea familiar firmemente arraigada en la cultura mexicoamericana. Desde joven, Abraham encontró en la música un lenguaje universal que compartiría con su familia.
En la secundaria, formó el grupo vocal The Dinos, interpretando éxitos pop en inglés con la esperanza de triunfar en el mainstream estadounidense de la era. Sin embargo, el camino, como relataría décadas después con una mezcla de pesar y franqueza, estaba plagado de obstáculos sistémicos.
En el documental reciente de Netflix, Selena: La serie, recordó la cruda realidad de esos años. “Pensaban que éramos italianos”, dijo, describiendo cómo a menudo les negaban la entrada a clubes y bares una vez que los dueños o managers descubrían su origen étnico. Era un rechazo doloroso e ilógico para un grupo que sonaba igual que cualquier banda anglosajona de la época, excepto por el color de su piel.
Esta lección temprana sobre los límites impuestos por la sociedad marcaría profundamente su filosofía futura: el talento no era suficiente; se necesitaba una fortaleza inquebrantable y un control sobre la propia narrativa.

Ante las puertas cerradas, Abraham pausó su sueño musical. Se unió a la Fuerza Aérea de los Estados Unidos y se estableció con su esposa, Marcella Samora. Juntos formarían una familia: Abraham III (conocido como A.B.), Suzette y Selena.
Tras su servicio militar, cambió los acordes por los fogones, abriendo el restaurante familiar PapaGayo’s. Fue en este modesto escenario, entre mesas y platos, donde una pequeña Selena, con una voz sorprendentemente poderosa para su edad, comenzó a cantar para los clientes. No obstante, el restaurante sucumbió durante la recesión económica de finales de los 80, un golpe que, en retrospectiva, resultaría ser un punto de inflexión providencial.
Con las deudas acumulándose, Abraham Quintanilla tomó una decisión audaz. Reactivó el nombre “Los Dinos”, pero esta vez con un elenco familiar: A.B. en el bajo y como principal compositor, Suzette en la batería y la adolescente Selena como vocalista principal. Él no sería solo el mánager; sería el arquitecto, el productor, el instructor vocal y el estratega de giras.
Su enfoque era metódico y exigente. Sabía que el mundo de la música en español, dominado entonces desde México, podría mirar con escepticismo a una banda tejana. Por ello, insistió en que Selena perfeccionara su español, convirtiendo una posible debilidad en una seña de autenticidad. Diseñó sus deslumbrantes trajes escénicos junto a su esposa Marcella, creando una imagen visual inconfundible.
Bajo su dirección, Los Dinos recorrieron incansablemente el circuito de ferias, clubes y festivales latinos. Abraham negociaba cada contrato, planificaba cada ruta, vigilaba cada detalle. El resultado fue un ascenso imparable. Los álbumes se volvieron platino, los premios se acumularon y Selena traspasó las barreras del género Tex-Mex para conquistar el mercado pop latino masivo. La visión de Abraham se había materializado: no sólo creó una estrella, sino un fenómeno.

El asesinato de Selena en 1995 a manos de Yolanda Saldívar, la presidenta de su club de fans partió en dos la vida de la familia y la de millones de admiradores. Para Abraham Quintanilla, el dolor fue abrumador; pero su instinto de protector y arquitecto tomó el control una vez más.
Se dedicó con una energía feroz a preservar, pulir y ampliar el legado de su hija. Supervisó la creación del Selena Museum en Corpus Christi, un santuario para los fans. También tuvo un papel decisivo en la producción de la película biográfica de 1997, protagonizada por Jennifer López.
A través de Q-Productions, la compañía familiar, gestionó el vasto catálogo musical, autorizó proyectos y aseguró que la imagen y la música de Selena permanecieran relevantes. Cada decisión, desde lanzamientos póstumos hasta colaboraciones con marcas, era medida contra un criterio inmutable.
En los últimos años, ante la posibilidad de la libertad condicional para Yolanda Saldívar, su postura fue de un dolor estoico e inmutable. “En cuanto a mí y mi familia no nos importa si la sueltan ahorita”, dijo en una entrevista reciente. “Nada va a regresar a mi hija, nada va a hacer que vuelva otra vez”.
La historia de Abraham Quintanilla Jr. es compleja y multifacética. Para algunos, es el arquetipo del padre-mánager dedicado, cuyo instinto infalible guio a su hija hacia la inmortalidad. Para otros, es una figura que ejemplifica las tensiones intrínsecas de manejar un talento familiar dentro del despiadado mundo del espectáculo, donde el amor y los negocios se entrelazan de manera inextricable.
Abraham Quintanilla no sólo descubrió a Selena; construyó el ecosistema completo que la hizo posible. En un momento en que la representación latina en la cultura estadounidense era limitada y a menudo estereotipada, él forjó un camino de orgullo chicano y éxito comercial masivo, allanando el camino para innumerables artistas latinos que vinieron después.
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Su vida cerró un ciclo, pero el sonido que ayudó a crear—esa vibrante fusión de cumbia, pop y soul tejano que definió a Selena y Los Dinos—sigue siendo el latido de un legado cultural. Abraham Quintanilla Jr. no simplemente fue el padre de una estrella; fue, en muchos sentidos, el padre de un sueño que el mundo llegó a compartir.