La regla política, hasta ahora, establecía que cuando un asesor pasa a protagonizar los titulares, hay que deshacerse de él. La férrea voluntad de Boris Johnson por mantener en su puesto a Dominic Cummings, después de que saliera a la luz pública que se saltó el confinamiento y viajó a más de 400 kilómetros de Londres cuando ya presentaba síntomas de la covid-19, revela la enorme dependencia del primer ministro británico hacia el ideólogo de la campaña del Brexit y el hombre con más poder en Downing Street en la actualidad. “Cummings no tuvo otra alternativa” al viajar a Durham junto a su mujer y su hijo de cuatro años, “porque tanto él como ella estaban a punto de resultar incapacitados”, ha justificado Johnson, que ha declarado que su asesor se limitó a seguir “los instintos de todo padre”. Por esa razón, ha concluido el primer ministro, “no le censuro por ello. Ha actuado de un modo responsable, legal y con integridad”.
Johnson ha decidido salir él mismo a la palestra este domingo para intentar atajar el clamor contra Cummings desatado en los medios británicos, entre la oposición y, sobre todo y mucho más relevante, entre las filas conservadoras. La idea de que el principal ideólogo y estratega del primer ministro se consideraba legitimado para saltarse las reglas impuestas al resto de la población había encendido en llamas a los aliados de Johnson, temerosos de que un escándalo así dilapidara el capital acumulado en los últimos meses. “Ya basta. Ya le salvamos otros y yo mismo cuando estuvo a punto de hacer explotar la campaña del Brexit. Hoy ya no es posible. Dominic Cummings deber irse antes de que haga más daño al Reino Unido, al Gobierno, al primer ministro, a nuestras instituciones o al Partido Conservador”, ha escrito en la página web del semanario The Critic Steve Baker, el diputado euroescéptico que ayudó a orquestar los apoyos a Johnson del ala dura del partido. Hasta nueve exministros han expresado públicamente su irritación y han exigido que Cummings abandone su puesto, incapaces de explicar a sus propios votantes la doble vara de medir de Downing Street.
El primer ministro ha ido al grano desde el comienzo de la rueda de prensa, para intentar demostrar una determinación y firmeza que, a medida que los periodistas le acorralaban con preguntas sobre el mismo asunto, se convertía en irritación, cabezonería y vaguedad en las respuestas. Johnson ha atado su credibilidad a la del propio Cummings, con quien ha tenido una larga conversación en Downing Street este mismo domingo, al aferrarse a la primera versión ofrecida por el asesor a todo lo ocurrido. Su mujer había comenzado a desarrollar síntomas de la covid-19 y decidieron que lo más sensato era viajar junto a su hijo de cuatro años hasta la finca de los padres de Cummings, en Durham, para que alguien atendiera al pequeño mientras ellos se aislaban durante 14 días en una residencia cercana. En las últimas horas, sin embargo, varios medios que citan testigos con nombre y apellidos aseguran que Cummings realizó un segundo viaje al noreste del país, y que durante su supuesto confinamiento se le pudo ver paseando por la cercana localidad de Barnard Castle.
La ministra principal de Escocia, Nicola Sturgeon, quien no tuvo más remedio que expulsar de su equipo a la asesora científica Catherine Calderwood cuando se supo que había viajado a su segunda residencia durante el confinamiento, ha exigido en Twitter a Johnson que actúe en consecuencia: “Sé lo duro que es prescindir de un asesor de confianza en el punto álgido de una crisis, pero cuando se trata de elegir entre eso y preservar la integridad de las recomendaciones de salud pública, esta debe ser lo primero”, escribía.
Johnson podría haber optado por una solución intermedia, justo la que exigía para este asunto la oposición laborista. Podría haber encargado al secretario permanente de su Gabinete, Mark Sedwill (el máximo alto funcionario del servicio civil británico) que pusiera en marcha una investigación independiente sobre las acciones de Cummings. Pero las guerras internas desatadas en el seno del Gobierno por el asesor convertían esa alternativa casi en una trampa mayor. En los últimos meses, Cummings ha maniobrado en contra de Sedwill hasta disponer en contra de él al primer ministro e incrementar la tensión entre los políticos y el prestigioso cuerpo de altos servidores públicos. “¿Por qué la gente no me quiere?”, preguntaba el asesor a su mujer tumbado en la cama, en la película Brexit: The Uncivil War, en la que el actor Benedict Cumberbatch interpretaba al odiado estratega político. Cummings ha podido comprobar en las últimas 48 horas el reguero de agraviados que ha ido dejando a su paso.
Minutos después de que Johnson comenzara a hablar, la cuenta oficial del cuerpo de funcionarios británicos, @UKCivilService, publicaba en la red social Twitter un insólito mensaje: “Arrogante y ofensivo. ¿Se pueden imaginar lo que supone trabajar junto a estos manipuladores de la verdad?”. Los servidores públicos no están autorizados a emitir opiniones políticas, y el mensaje fue borrado a los diez minutos, no antes de que más de 25.000 usuarios lo compartieran. Downing Street ha anunciado ya que se ha abierto una investigación. La escritora J. K. Rowling, la creadora de la saga de Harry Potter, ha ofrecido un año completo de salario al autor anónimo del tuit, a cambio de que revele su identidad.
Comienza a ser habitual en esta crisis que Johnson pierda el olfato para distinguir entre lo que la ciudadanía está o no dispuesta a tolerar. Una furgoneta con una enorme pantalla de vídeo se instaló este domingo a las puertas del domicilio de Cummings y comenzó a emitir a todo volumen testimonios de víctimas de la covid-19 y declaraciones del propio Johnson en las que reclamaba, al principio de la pandemia, que la gente se aislara en casa y no realizara viajes innecesarios. Ahora apela a los sentimientos de cualquier padre para justificar las maniobras de Cummings, quien a su vez se ha mostrado arrogante ante los periodistas que le asediaban en la calle y les pedía que mantuvieran los dos metros de distancia.
El gurú de Johnson es el responsable de toda la visión post-Brexit, con un futuro de avances tecnológicos, economía competitiva e inversiones públicas por todo el país, que el primer ministro vendió con efusividad durante los primeros meses de su mandato. Y ahora parece haberse convertido en la voz que le susurra cómo actuar ante la devastadora crisis del virus. Johnson no está dispuesto, por el momento, a alejarle de su presencia más de dos metros ni a tomar la distancia política respecto al asesor que le reclaman muchos de sus correligionarios conservadores.