Comunidades Indígenas
Desastres naturales
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En la oscuridad de la noche del pasado jueves, el rugido del río Chapula ahogó el silencio habitual de una de las comunidades indígenas enclavada en la Huasteca Hidalguense. No fue solo una crecida; fue una furia de agua y lodo que se tragó las calles, arrancó postes de electricidad como si fueran fósforos y sepultó bajo un manto de escombros y barro el patrimonio de generaciones. El saldo: un paisaje de desolación absoluta y cinco personas desaparecidas, cuyas familias temen que permanezcan bajo los restos de lo que fue su hogar.
Lo que queda de Chapula es un testimonio mudo de la fuerza de la naturaleza. Las historias de sus habitantes, sin embargo, gritan el dolor de una pérdida que, aseguran, quedará grabada para siempre en la memoria colectiva. No se trata solo de la destrucción material, sino de la desaparición de un pueblo entero, borrado del mapa por un evento climático extremo.

Entre los escombros que una vez fue su casa, Saraí, una mujer de 26 años, relata la huida desesperada con su esposo y sus tres hijos, de 3, 8 y 18 años. “El agua ya nos cubría por completo las piernas. Corrimos hacia el cerro; nos salvamos de milagro”, cuenta, mientras las lágrimas trazan surcos en su rostro. Con la mirada perdida en el amasijo de tierra y grava, añade que, después de una década de construir su vida desde cero, lo perdió todo en cuestión de minutos.
Martín cuenta que su hermana Guadalupe también perdió su casa y todas sus pertenencias. “No dio tiempo de nada, el río se vino para acá en instantes, sólo corrimos para salvarnos”, dice.
Otros, lograron sacar algunas pertenencias y resguardarse en lugares elevados. Algunos más subieron al cerro en donde pasaron incluso hasta tres días para que los rescataran vía aérea. Ello ya que quedaron totalmente incomunicados y no había manera que se supiera en el exterior de este suceso lamentable.
Chapula estaba asentada en la ribera del río, integrada por 379 habitantes, que habitaban en 160 viviendas, enclavada en la Huasteca hidalguense. Hoy, para acceder a la comunidad sólo se puede hacer vía aérea o a pie a través de agotadoras caminatas de hasta cuatro horas por terrenos montañosos y peligrosamente inestables. Algunos residentes, como dos hermanas de 14 y 26 años, realizan estos complicados viajes para rescatar las pocas pertenencias que lograron poner a salvo, cargando sobre sus espaldas parrillas y cobijas en un último esfuerzo por recuperar fragmentos de su vida anterior.
Ante la catástrofe, la respuesta del gobierno federal se activó. Hasta este territorio acudieron servidores públicos y promotores del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI) encabezados por Adelfo Regino Montes. Lo anterior tras recorrer las comunidades indígenas de la Sierra Norte de Puebla, la Huasteca Potosina y la Huasteca Veracruzana, impulsados por la convicción de que “servir a los pueblos y comunidades indígenas se hace en territorio; con el pueblo y para el pueblo, con amor y esperanza”.

Después de un recorrido a pie de cuatro horas, cuesta abajo, el titular del INPI llegó a la comunidad para acompañar el dolor y escuchar a las familias indígenas con sensibilidad, solidaridad y profundo respeto, cumpliendo con la encomienda de Sheinbaum Pardo, de atender a los damnificados de manera directa e inmediata.
La delegada de la comunidad, Concepción Hernández, presentó una serie de peticiones críticas al funcionario. Entre ellas, destacan la urgente necesidad de apoyo humanitario y de búsqueda para localizar a los desaparecidos, la realización de estudios geológicos para determinar la viabilidad de reubicar el pueblo y la construcción de aproximadamente 160 viviendas nuevas. También solicitó el establecimiento inmediato de un albergue comunitario en Zacualtipán o en Tianguistengo, mientras se realiza la reubicación y reconstrucción de las viviendas afectadas.
La delegada reconoció los esfuerzos de auxilio realizados hasta el momento, incluyendo el envío de víveres por parte de la Secretaría de la Defensa Nacional y la aplicación del Plan DN-III-E por el Ejército Mexicano.
Al concluir su visita, el titular del INPI se comprometió a gestionar con las instancias competentes los estudios técnicos necesarios para la reubicación, priorizando en todo momento la integridad de los habitantes. Anunció que el Instituto contribuirá con el envío de toneladas de maíz, frijol y harina de maíz, respondiendo a las necesidades inmediatas de quienes realizan las labores de limpieza.
“Gobierno de México trabaja de manera coordinada con las autoridades municipales, estatales y diversas dependencias del Gobierno de México para atender a la población”, afirmó Regino Montes, subrayando que la institución a su cargo actúa desde el territorio, acompañando a las familias para que la ayuda llegue de manera directa.

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Finalmente, Regino Montes remarcó que, en el contexto de esta emergencia por lluvias, el INPI trabaja desde el territorio, acompañando a las familias y para que la ayuda llegue de manera directa. Cumpliendo así con el mandato constitucional del Artículo 2°, el cual establece que el Estado debe “garantizar y proteger” los derechos fundamentales de los pueblos y comunidades indígenas.